SOBRE LA PUESTA EN ESCENA

Tranquilo, en tu butaca. Lo pensaste mil veces despierto y mil veces alejaste el pensamiento con alguna otra cosa más concreta que ocupó tu mente a modo de salvavidas: las piernas de la mujer que acaba de pasar, las ocupaciones, los proyectos… De noche la cosa se complica. Tenés menos excusas, menos defensas: soñar no da escapatoria y en el medio de ese sueño reparador aparece la certeza: esto se acaba, esto no es para siempre. De ahí al despertar repentino, a la taquicardia consiguiente hay sólo un paso, que se da con asombro. En ese punto entra en escena la conciencia que opera como un hábil político argentino y te convence, te apacigua: tranquilo, hoy es jueves, tenés que hacer esto o aquello, hay un desayuno, una reunión, un hijo que atender, quizás una mujer. La conciencia vence, aquieta, organiza, instala lo previsible como espejismo necesario.
Pablo Bontá